La luz entra a través de la cortina
y suaviza las paredes de la habitación
las
sábanas arrugadas
se
ablandan bajo mi peso,
refrescándome.
La
puerta ha dejado atrás todo lo posible.
De vez
en cuando,
se
oyen pájaros
y la cortina se levanta con dulzura.
La
calma inunda cada lugar.
- No puede haber mayor suerte… - pienso, siempre.