Te enorgulleces de no buscar nada ni a nadie
te gusta decirlo, presentarte así.
Sientes especial cariño por alguna
imagen,
tanto,
que podrías toparte con el original
y no identificarlo.
Cosa de la beta-amiloide, dicen,
que se carga las sinapsis
y lo agujerea todo
de abismos
que se carga las sinapsis
y lo agujerea todo
de abismos
"entre la vida que tenemos
y la vida mejor que podríamos haber
tenido”.
El original asistiría a
la patética escena
en la que le hablas sobre él en
tercera persona.
Mirándolo como a la tele
como al informativo
cuando hablan de aquel desastre en
Tanzania.
Desde esa cómoda distancia.
El original te miraría como se mira
al niño
de la Vida es bella
de la que no quiere despertarte
aferrado a la dosis justa de placer
cordial
que permite tu cuerpo infante.
Ya no hay nada salvaje en ti.
Gustas por lo que has podido acumular.
Por lo que el miedo ha ido degenerando
en ti
tus inmuebles, tu aparente
estabilidad, laboral, sentimental o lo que sea;
tus manías
y tus fantásticas colecciones de lo
que sea.
También gusta que digas no
importarte nada de eso.
A ellos también les gusta tu imagen
que les muestra todo lo que no tienen.
La prefieren a ti.
A ese tan vulnerable y falto que
eres.
Tampoco ellos viven de verdad.
Pero a ti te vale
Porque no soportarías a nadie
que amase tu original.