Las personas
felices
nunca se
contentan con poco.
Eso es una
mentira perversa.
Las personas
felices
corren hacia lo que
desean
y el camino se abre ante ellas con facilidad
porque son honestas.
Pero las personas
felices,
además,
permanecen siendo
honestas
a pesar de lo que
va pasando.
Y eso siempre es
difícil.
Como la obra
en la que
profundiza el artista
a lo largo de su
vida.
Así es su deseo.
Cada vez que las
miras,
el poso de la
felicidad en sus caras
es más sólido y
consistente,
hasta alcanzar un
dibujo nítido
de la felicidad
que las
rejuvenece.
Como la nota
limpia
que corre en las
aguas del río
que siempre es el
mismo
y siempre es
crío.