miércoles, 21 de julio de 2010

El Fantasma




Hiroshi Sugimoto


Echar la vista atrás y percibir la ingenuidad de todo lo hablado. Sentir vergüenza. Borrar. Y salvar apenas nada. Mostrarte sólo cuando eres inexperto y nadie espera de ti. Desde el desierto. En el destierro. Cuando es inexcusable pedir. Crear sólo en la tensión. En el estrés de la duda. Bajo crisis. Víctima de la Paradoja. Ante el precipicio de lo que está mal y lo que está peor. En el linde de la esquizofrenia. Con el azote de lo imposible arrancándote la piel.
Llegar con tu gota junto al vaso rebosante y paralizarte de responsabilidad. Tragarte la gota. Cortarte el rollo por completo. Al pedir, otras tres mil demandas se alzan paralizando la tuya omnisciente, piadosa hacia el demandado. Piadosa paralizada. Mirando a los niños jugar. Sin jugar. Forzarte a hacerlo. Y ensuciarlo todo de tachones. Y seguir sin jugar. Borrar por completo. Condenarte a muerte. Paralizarte. Escapar. Verte desde un avión, insignificante. Pusilánime en medio de un todo inexistente saturado de pronunciamientos… a los que jamás prestarías atención. Dejar de dar importancia. Pretender el desencanto como nuevo tótem. No luchar más. Hundirte hasta el fondo. Abandonarte. Pero no trágicamente. Ni romántica. Es el caer desapasionado del que no puede esconderse tras la muerte porque parte de ella. Desmitificada la muerte. Desmitificación in extremis. Y en los posos del fango, no saber nunca cómo ni por qué, descubrir algún tesoro que te rescate. Llegar al fondo siempre para salvarte. Como la ola que comienza al dejarse vencer. Dejarse llevar, perderse, para encontrarse. Lanzarse a la deriva para encontrar el rumbo. Como si en el mar estuviera la clave de todo. Y entonces en vez de abandonar, concederte una tregua. Y entonces perdonarte. Cada día, por ser pequeña, por no hacer. Perdonarte la vida. Perdonarte por tu inercia a lo imposible. Perdonar la enfermedad, la suprema exigencia.
Perdonar no perdonarte la vida, jugar con el Fantasme.
Y entonces… escribir.


Playing



Sally Mann


Permanecer en el aire. Actuar. Jugar. Perder el miedo a ganar. Pronunciarse. Buscar el deseo sabiéndolo indefinible. Y no buscar Todo, la perfección. Como el banco de arena en el parque, como la arena bajo tus pies en la playa. Ponerse topes pequeños para jugar como niños. Pequeños topes que no te despeguen de las sensaciones, que no te aparten de lo próximo, que no te aíslen en la idea racional incapaz de sentir. Y entonces sí, pronunciarse, Estoy aquí, pedir y participar, jugar según las reglas dispuestas, abandonar el mando, aun sin estar preparada, precisamente por no estar preparada, por no estar completa.
Dices no lo quiero todo. Sólo llegar hasta aquí. Y comienza el juego.  Guido pone un marco a su deseo y empieza a crear. Sin pensar en si llegar o no a algún punto, a algún listón o expectativa. Sin evaluar. Discurrir en la acción. Ser, vivir, crecer en la interacción, no desde la posición distante del analista. Blogero en vez de novelista. Bailar, jugar, sentir. Para ir. A alguna parte sencilla. No al final. El final es el terrorífico castillo de Irás y no Volverás. Definición en lo líquido contra la abstracción despiadada.
Pintar, escribir, sin explicarse, explicarse cuanto menos mejor. Mostrar, no justificarse, abandonando la culpa. Soltar el sometimiento a la ficción, el miedo a la idea que no existe, que no sientes. Y volverte, girarte, a la vida. A la sensación. Sentirse bien. Sentir al otro, escucharlo, observarlo, olerlo. Compartir, sin tratar de conocer. Sin acudir al prospecto. En el aire. Permanecer.



domingo, 4 de julio de 2010

Creación consciente y metáforas sociales


Cuando digo que la banca es el problema
cuando digo que es la contaminación
el machismo, mi raíz judeocristiana
no me entiendan literalmente.

La Industria Cultural
la lógica lineal
el patriarcado
la culpa
o el capullo de turno

soy yo.

Todas las limitaciones contra las que me rebelo
todas las contradicciones
se me desparraman de las manos al salir de Casa.

Y conmigo he de lidiar todos los días.