miércoles, 19 de septiembre de 2012

El peso



Cada vez que me levanto
está ahí
cada vez
y yo me levanto igual cada vez
¡me levanto más si cabe cada vez!
esperando quizá
que un día quiebren.

¿Dónde estás facilidad?
siempre tan esporádica
como la lluvia de esta tierra.

Vino el cazador,
ya vino
y cortó mis pies,
que no dejaban de bailar,
de un hachazo.

Pero ellos han seguido danzando
recordándome el dolor
la presencia de su muerte
este peso…
demasiado para unos pies tan pequeños.

¿Cómo será el descanso?
Lo busco en la ficción a la que acudo
con la voracidad de un adicto.

Ese lugar en que poder confiar
ese lugar en que poder llorar
y volver a la inocencia.






martes, 11 de septiembre de 2012

Sábanas limpias



Ayer pasé junto a unas señoras mayores que hablaban con otra asomada a una ventana. Eran de esas mujeres sencillas que van impecablemente limpias y planchadas, y una decía "mira, yo lo he limpiado todo, hasta la funda del colchón"...  De pronto, pensé que esas mujeres hacían algún tipo de bien inconcretable a todos por el mero hecho de ir tan pulcras y tener sus casas sencillas tan relucientes, mientras yo peleo perpetuamente con la mía y nunca llego.
Me dio pena pensar en un futuro sin ellas. Dentro de veinte años, pensé, estas mujeres ya no estarán… y ¿entonces? Oh Dios, ¿cómo será el mundo? y tuve miedo.




miércoles, 5 de septiembre de 2012

Crónicas extra-ordinarias


Hoy he vivido toda una experiencia en la panadería a primera hora de la mañana. 
Estaba esperando detrás de una abuelita que despachaban en el mostrador cuando entró a la tienda un hombre mayor con su nieta que "estaba muy guapa y muy alta" "y tengo solo siete", dijo la espabilada, y la abuela que si "cuando tomara la comunión iba a parecer una novia". Entonces el abuelo todo pasión empezó a increpar a la iglesia y que si él quería seguir creyendo pese a los curas y eso. Oí mascullar a la abuela que se volvió a mirarme, y cuando yo temía avergonzada que la mujer ofendida soltara un improperio, la oigo decir que si es que los curas son los que ¡menos creen en Dios!. En mi asombro, perdí el hilo, y la conversación de nuevo giró no sé muy bien cómo de vuelta a la nieta que estaba muy guapetona, y el abuelo diciendo que una investigación ha descubierto que los genes de los hijos tenidos cuando uno ya es muy mayor ya no dan descendencia tan buena como la de los que han tenido hijos de jóvenes, que lo del Papuchi Iglesias ya no es de buena calidad. Y cuando de nuevo (ya no sé por qué) yo esperaba la opinión escandalizada de la abuelita, oigo que, "claro, porque el cuerpo envejece y no es lo mismo", el panadero que salió a atenderme porque la cosa no avanzaba y se iba de tiesto, o es que salió precisamente para sacarla más. Un tío fuerte y muy cuidado el panadero que dijo vehemente que el cuerpo envejece, pero no el espíritu. Y yo, que ya alucinaba, me atreví a decir tímidamente mientras pagaba los croasancitos sin chocolate que pedí, que no, que el espíritu también envejecía, que se cansaba de vivir, pero ¡qué! No hubo opción, imposible mantener esa herejía en el acúmulo tremendo que se había creado. El panadero místico no me lo iba a permitir, elevó una vez más su voz  por encima de todo y de todos justo antes de irme y, mirándome muy serio, tronó: ¡El espíritu no envejece nunca, es pura energía!

Eso fue hoy a las 9:30 de la mañana en la panadería Maruja de San Vicente del Raspeig a la que me había metido para hacer tiempo. No face, no estado REM, no ficción. Gente de verdad.





domingo, 2 de septiembre de 2012

Soplo de aire




Viene el frío, amor
viene el frío
y la cápsula de este tórrido agosto parece romperse
dejándome respirar.

He luchado contra el fuego y los dragones
he sucumbido varias veces
he levantado piedras
he pasado mucho miedo, amor
mirando mi infierno en el espejo cada día.
Nadie bajó tan hondo.

Y ahora…
Ahora estoy mucho más vieja.
Me duelen los pies al andar.
Olvidé mis sueños.
Temo
no saber descansar
no saber creer de  nuevo.   

El frío que trae ahora este aire de septiembre,
de esas nubes que visten por fin el cielo,
me recuerda el olor dulce del río.
Siento
mi estómago todavía tenso,
la mirada triste
y me apetece por fin llorar.

Las nubes se acercan,
las trae este viento limpio
que invita a acercarse.
Cuando llueva, por fin,
cuando caiga, por fin, la tormenta
contenida en este verano inhóspito,
se llevará el polvo acumulado y los escombros,
llenando de agua dulce mi casa.
de ríos de agua dulce y limpia en los que nadar.