martes, 3 de agosto de 2010

Más allá de la pasión y la distancia

Robert Kinmont


En lo próximo todo parece lo mismo,
bajo la luz de la Madre.
De mí se ven facciones sencillas,
niveles cálidos, analógicos,
que me unen,
sólo una parte de mí
que es igual a todos,
la que vive en el espontáneo y cercano Ahora.

Pero yo huí de ahí una vez
cuando el mando abandonó su puesto
y Edipo no encontró límites.
Porque allí muchas cosas se confunden también
en las sombras de sus paredes.
Huí del no es para tanto y la fe en la oxitocina,
del long baiser, même qui mente!
de la complacencia en lo incosciente.

Me distancié en la razón
que pone orden y clasifica
en la Idea que juzgó a Protágoras.
Me refugié en la isla.
Al abrigo donde no hay calor
y todo suena a metálico
podía dibujarme digital y simplificada.
Escrutando y ordenando la pasión,
no me difuminaba en la demanda
no me disolvía en lo líquido
no me derretía de calor.
Y comencé mis primeros pasos en dos dimensiones
los primeros trazos sobre el papel
las primeras representaciones.

Desde la ficción -ese gran espejo sobre mí-
pude alumbrar mi estado en el Laberinto
y encontrar el camino de vuelta a casa.
Desde la abstracción, pude separarme y valorar,
nombrar la noche en que me llevaste desnuda al mar
y evitar que se perdiera sin nombre en el limbo
habiendo dado la luz más blanca.
Pude reconocerme
y sentirme imprescindible,
desapuntalarme, echar a andar
más completa a dos piernas,
sondear el mundo.

Hasta llegar a aislarme en un cielo de /definiciones.

Y entonces echar de menos la felicidad, el juego,
la estabilidad de lo próximo, de la pertenencia a /la tribu
que me ampara de la sobreestimulación en la /megalópolis,
de la neurosis insaciable.
Porque en la Cueva no distinguí a los fantasmas,
pero aquí fuera…
Fuera hay demasiada claridad
y estoy completamente ciega.

Bajo la luz de la Luna
cuando Saturno se ha ido
y el Tiempo no corre
el momento más sublime es como la arena que se /escapa entre mis dedos
algo en lo que te detienes brevemente
como ante un escaparate bonito,
sin trascendencia,
completamente prescindible.
Mi cuerpo pierde importancia y ando a envenenarlo /con otro cigarro más.
Los días corren sin progreso
encaramados a un tiovivo.

Bajo el sol arrasador
cuando el Viejo corta la cabeza a Selene
y el Tiempo corre muy deprisa,
mis palabras pierden su gracia,
y por mucho que tú y yo seamos magníficos
siempre podríamos ser mejores.
Sin amor, nunca somos suficientes.
Ese progreso, que ahora sé nunca se da por defecto,
y el Titanic del capitalismo prepotente
pueden colapsarse
cuando lo cercano deja de ser atendido.
También en este extremo me difumino,
pierdo gravidez y significado.

De mi depende ahora la unión de los /irreconciliables.
Ilusión y desencanto
arcaismo y modernidad
líquido y digital,
rizoma y árbol,
tomarte en serio y jugar.
Todas las palabras se escriben ahora con P de /puente.
Con 2 de integración, el milagroso y delicadísimo /recién nacido postmoderno.



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