lunes, 30 de agosto de 2010

Luna llena de final de verano

24 de agosto de 2010, el sol está bajando, y aquí, en este paseo de Tibi donde estamos sentadas, vemos oscurecerse las montañas a través de los nuevos edificios construidos absurdamente, tapando las vistas. Pero las vemos. El aire nos refresca del calor de infarto que ha caído estos días allá abajo en la costa. Y cuando comienzan los primeros compases de I want love de Elton John a través de los auriculares, no puedo ser más feliz.  No hemos encontrado disponible el hotel rural que buscábamos. Se nos olvidó el cable del portátil y la cámara digital. No hemos viajado a Egipto ni a Venecia. Tampoco he logrado salvar las contradicciones que me apartan de mi última obsesión, una casa en el campo. Y sólo tenemos un día hasta que ella se vaya. Ha sido un verano torpe, sin victoria alguna que narrar. Un cierto color malva se desprende del contorno de la sierra. Los árboles quietos me miran y aquí sentadas en este balcón idiota, como el Edipo de Sófocles, tengo que decir que A pesar de tantas pruebas, mi edad avanzada y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo está bien.
La luna llena ha brotado de golpe como una pompa de jabón sobre el cruce entre montañas… y parece un milagro.


Tibi, luna llena 24 de agosto


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