lunes, 6 de septiembre de 2010

El deseo y la realidad


Lise Sarfati



                  Empezamos a enterarnos de su vida llegando
                  a recordar cosas que no habíamos vivido.
                  Supimos lo que era ser una chica
                  y cómo el serlo te hacía soñar….
                                          Sofía Coppola.

                  Sal al bosque, sal en seguida…
                                    Clarissa Pinkola Estés


Tan domesticada
que los zapatos rojos que ahora elijas
serán siempre exagerados
-hijos de la hambruna-
y desquiciada te revolcarás
con cualquiera en el tejado
narcotizada en lo sucedáneo,
desistida la búsqueda de tu mayor deseo.

Lo dejaste detenido en tu casita de muñecas
perfecta,
a lomos del unicornio en que corres y te corres /antes de dormir,
asfixiado en el fantasme como una virgen suicida,
colapsada de estrógenos
como un cielo plomizo sin tormenta.
Atemporal.
Sin existencia.

Pero tus paredes ya no son aquellas
inpecables de la jaula
en que Dickinson muriera
perforadas de diminutas ventanitas
-insuficientes-
de páginas con sus letras.
Y aunque es cierto que sigo girándome
cada vez que te exhibes desinhibida
y en la mesa se desparrama el café,
ya no tiendes las bragas escondidas en la primera /cuerda.
Y aunque sigues topándote en el perchero de salida
con el burka colgado para el juego y los enfados,
ya no esperas que él te llame,
que el cielo escampe,
estar segura, preparada o perfecta.

Nómbrame.
Atraviesa la calle como un rayo
y nómbrame
¡deseo!
¡deseo!
Nómbrame.


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