sábado, 6 de noviembre de 2010

Ay… araña, te agitas… Poemas de otoño.


Ryan McGinley


A veces siento morir
que es peor que morir.
A veces refloto a la deriva, inconsciente.
Y a veces yo, el barco y mi destino
seremos uno
y tendremos la fuerza de la corriente de aire que avanza por un pasillo hasta la puerta abierta de par en par.

Mientras, llevo el barco
que, a su vez, conduce el barco,
que empuja a aquel
que es
el que realmente deseo,
… y que pierdo de vista a menudo,
como se pierde la felicidad en la ciudad del éxito
atestada de la cuestión escaparate.

Ay… araña,
te agitas…

Mas voy acercándome al deseo
por entre las grietas de la losa,
a veces demasiado pesada para moverme
a veces demasiado ligera para moverme.
entre sus fallas y sus fallos,
con el temor de que en cualquier momento
el delicado hilo que mantiene mi gracia de heroína
pueda romperse,
sólo porque ella se descubra sóla al alba
en mitad del frío campo de rugbi.

Muchas veces
he sentido el aroma del lobo en el interior de mi casa
y me he replegado aterrorizada
visionando la huída.
Pero medito.
Expongo la herida al concierto de palabras
que me exoneren.
Pongo carne a la entrada de la cueva
y grito para azuzarlo.
Pero no sale nadie. Bien.
Él también se contiene,
como las huestes de la débil democracia en la que vivo,
cuidándonos todos del horror.

Y en este fino punto intermedio
tejo
una vida de rellanos de escalera,
en que las grandes salas están copadas,
y como la araña me agito,
pero, de noche, en el barro, soy bella.


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